En los últimos de la dictadura de Franco se fraguó con el nombre de
SURESTE un proyecto "regional" que aglutinaba a las provincias
de Albacete, Alicante, Murcia y Almería, todas ellas de
economías complementarias, y con inquietudes y problemáticas comunes
necesitadas de una respuesta conjunta.
Esta entidad supraprovincial puede considerarse, a pesar de
enmarcarse dentro de un régimen dictatorial centralista, como la
primera experiencia descentralizadora del Estado tras la guerra
civil. Su contenido fue principalmente de carácter económico, y a
ella se debió, entre otros, la expansión urbanística y
turística de las costas del sureste peninsular.
Esta idea del “Sureste” fue abandonada con el advenimiento de la
democracia (según Pérez Crespo, sólo por el hecho de haber sido
forjada durante el régimen dictatorial precedente) y con la
estructuración del Estado en autonomías, en la que casualmente
cada una de las provincias de aquel proyecto fue a integrarse a una
Comunidad Autónoma distinta. La extinción de esta entidad y la
consiguiente soledad murciana comportó, según
Manuel Zapata, desastrosas y
funestas consecuencias para nuestra tierra.
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