La construcción institucional del reino cristiano de Murcia,
demarcación clave en el devenir histórico de nuestro pueblo, se
inició tras la firma del Tratado de Alcaraz en 1243, ya que
la negativa de diversas poblaciones musulmanas a aceptar dicho
acuerdo, permitió que Castilla pudiera aplicar el derecho de
conquista contra ellas, creando así los primeros concejos cristianos
del reino: Mula (1245) y Cartagena (1246).
Sin embargo, fue tras la
rebelión mudéjar de
1264-1266, cuando la construcción institucional del reino de
Murcia se aceleró sin remisión en todos los ámbitos en un espacio
político que ya había sido delimitado territorialmente en virtud del
tratado de Almizra con
Aragón (1244).
Un primer escalón en la génesis del reino murciano lo constituyeron
los proyectos repobladores alfonsinos, los llamados
repartimientos. Los repartimientos castellanos, concretamente
los que se llevaron a cabo en el Reino de Murcia (diferentes al
modelo aplicado en la actual Andalucía), fueron un sistema de
repartos de tierras diametralmente opuestos al aragonés. Mientras la
Corona de Aragón concede grandes propiedades a sus “colonos”,
espacios casi feudales en definitiva (de hecho, éste fue el esquema
introducido por Jaime I en el reino de Murcia en 1266,
posteriormente anulado al ceder el reino a Alfonso X), Castilla dona
exclusivamente en Murcia tierras de tamaño medio, creando unas
clases propietarias alejadas de los grandes señores de otras zonas
como el área bética o la valenciana, algo que -como afirma el
catedrático Francisco Chacón- marcará la diferenciación murciana en
un futuro. En Murcia, 1.600 cristianos son los que se reparten
35.000 m² de huerta entre 1269 y 1272. En otras localidades del
Reino, como Lorca u Orihuela, se sigue el mismo procedimiento.
Al tiempo que se desarrollaron los repartimientos, enmarcados en
la política alfonsina de implantación de población cristiana, se fue
fraguando la estructura institucional y administrativa del nuevo
reino, que tuvo en el municipio el elemento fundamental de
definición espacial y política. Tras la creación de las primeras
instituciones concejiles: Mula (1245) y Cartagena (1246), vinieron
los que se erigieron tras la
sublevación mudéjar, como
Murcia (cuando se le concede el Fuero de Sevilla después de ser
recuperada por Jaime I en 1266), Lorca (1271), Yecla (1280) o Aledo
(1293).
Por tanto, el origen de los primeros municipios murcianos de la
historia hay que buscarlo en el modelo que la ocupación castellana
del siglo XIII pone en funcionamiento, en donde la creación de un
nuevo orden jurídico y político comienza con la aparición de los
primeros concejos a través de la concesión de fueros, que son el
conjunto de normas, privilegios y órdenes que regulan la vida
cotidiana de las antiguas ciudades musulmanas ocupadas ahora por
cristianos. De esta manera, nos encontramos con unos pocos enclaves
cristianos que van surgiendo en un territorio lleno de localidades
musulmanas.
Como vemos en el mapa, el escaso asentamiento de cristianos en el
territorio murciano se vería agravado posteriormente, sobre todo en
el siglo XIV, con la progresiva huída del contingente musulmán a
Granada, que supuso la desaparición de un gran número de villas
mudéjares como Caristón, Gañuelas, Nogalte, Coy, Celda, etc. Si a
esto le añadimos el fracaso de las repoblaciones cristianas ante la
inseguridad reinante en el XIV, con el abandono de villas cristianas
como Chuecos o Ugíjar, encontraremos el porqué de un área en
despoblación galopante, en la que sólo unos pocos municipios
alfonsinos mantendrán la ocupación humana.
Otras formas de ocupación de tierras tuvieron lugar en el reino
murciano. Al tratarse de un reino de vanguardia fronteriza y, por lo
tanto, de difícil defensa, fueron frecuentes las donaciones de
villas a órdenes militares y a la nobleza, lo que dio
lugar a diferentes jurisdicciones dentro de un mismo reino. La
jurisdicción constituye un atributo del territorio, pero ya sean
territorios de realengo (dependientes del rey), de un señor, o de
una orden, siempre será el concejo el órgano que organice la vida
cotidiana de cada población dentro del marco geográfico del reino
murciano.
Otra institución fundamental en el devenir del nuevo reino cristiano
fue la figura del Adelantado mayor del reino de Murcia. A
pesar de ser el representante del rey en las tierras de realengo que
éste poseía en Murcia y que, por lo tanto, su jurisdicción no fuera
plena en todo el territorio murciano, el hecho de que los
principales linajes del reino acabaran por controlar este cargo
(poderosas familias con poderosas redes clientelares), provocará
que, a lo largo de la Baja Edad Media, el Adelantado controle tanto
las zonas bajo el dominio de órdenes militares, como a los concejos
de realengo o a los nobles poseedores de villas, haciendo de su
figura el verdadero amo y señor del reino de Murcia y sus
jurisdicciones.
De hecho, con diversas personalidades, el Adelantamiento (y, por
ende, el reino de Murcia) llegaría a constituirse en auténtico
reino aparte en un contexto de crisis del poder central de la
monarquía castellana, siendo de esta forma como si de un “rey de
Murcia” se tratase, pues incluso acabó por convertirse en un cargo
hereditario.
«Los principios uniformizadores
introducidos por Castilla se vieron contrarrestados por el
carácter periférico del reino murciano y su lejanía
geográfica (varios centenares de kilómetros desiertos
respecto a los centros de decisión meseteños). Murcia
funcionaría en el bajo medievo como lejana marca fronteriza
con Aragón, Granada y Berbería, reducida con frecuencia a
sus propios recursos y a tomar sus propias decisiones». |
María José Vilar
"Los orígenes de la delimitación territorial de la
Comunidad de Murcia" |
Los inicios del Adelantamiento |
En un primer momento, con el tratado de Alcaraz vigente desde 1243
(que garantizaba una serie de privilegios y derechos a los
musulmanes murcianos y a los monarcas de la dinastía Banu Hud), el
reino cristiano de Murcia era todavía un ente a medio construir. En
realidad se trataba de un protectorado que suponía de
facto una importante limitación para los conquistadores
cristianos; de ahí que el antecedente del Adelantado durante
aquellos primeros años fuera la figura de un Merino mayor.
Sin embargo, desde 1257 Alfonso X optó por transgredir los acuerdos
de Alcaraz, consciente de que, si los cumplía, poco avanzaría su
proyecto de crear el reino cristiano de Murcia. Y así, en 1258,
nombra a Juan García de Villamayor como primer Adelantado
Mayor del reino de Murcia.
«En ellos recayó la administración del
territorio, el ejercicio de la justicia en nombre del rey y
la organización de la defensa de la frontera. Su autoridad
abarcó, teóricamente, a la totalidad del reino aunque la
expansión señorial y la solidez de algunos nobles en sus
señoríos fueron mermándola a partir de la siguiente centuria» |
Miguel Rodríguez Llopis
"Historia de la Región de Murcia" |
Tras la importante regencia de García de Villamayor, que tuvo que
hacer frente a la señera
revolución mudéjar de 1264-66,
el título recayó en el Infante Don Manuel, hermano de Alfonso
X, introductor en el reino de Murcia de una de las dinastías
fundamentales en el devenir de nuestra tierra, los Manueles,
poseedores de la jurisdicción señorial más importante del reino
murciano: el señorío de Villena (que, en aquel momento, abarcaba
desde Elche, remontando el Vinalopó, hasta Chinchilla) y que, al
unir a este señorío su condición de Adelantados mayores, pasarían a
ser los auténticos “reyes” de Murcia.
|
La primera muestra del poder de los Manueles se constataría tras la
muerte del Infante Don Manuel en 1284, ya que tanto el señorío de
Villena como el Adelantamiento recayeron automáticamente en su
heredero de tan sólo dos años de edad, Don Juan Manuel
(llamado erróneamente Infante, aunque nunca lo fuera), pasando de
esta manera de ser un cargo de designación real a hereditario
de facto.
Esta importante figura de la política y las letras bajomedievales es
inseparable del acontecer del reino murciano en los últimos años del
XIII y el primer tercio del XIV. Muestra de su extraordinario
poder y autonomía frente a una monarquía castellana en crisis
fue su sorprendente neutralidad ante la invasión aragonesa de 1296
(dirigida por Jaime II, al prometerle Alfonso de la Cerda el reino
de Murcia si le ayudaba a conseguir la corona castellana frente al
débil Fernando IV). Cuando Fernando alcanzó la mayoría de edad y
pudo asegurar su situación, prefirió pactar con Aragón un nuevo
tratado de fronteras, protestada por Don Juan Manuel, aunque
supusiera una importante merma para el territorio murciano: la
conocida
sentencia de Torrellas-Elche
de 1304-1305. Con este reparto, el Adelantado murciano perdía gran
parte de su señorío y, aunque conservaba Villena, ésta se encontraba
ahora en suelo valenciano. No obstante, gracias a las presiones de
Don Juan Manuel, se pudo recuperar Cartagena, que en Torrellas
quedaba dentro de la órbita aragonesa.
Debilitada de nuevo la monarquía castellana durante la minoría de
edad de Alfonso XI, el reino murciano se convirtió en un territorio
aparte de la mano de Don Juan Manuel. Su poderosa familia y los
linajes afines (los Ayala, Calvillo o Lisón) quisieron construir un
espacio político diferenciado en donde, como no podía ser de otra
forma, coparían las instituciones, creando una oligarquía o
estructura nobiliaria de carácter regional, en la que se generarían
por vez primera intereses y estrategias políticas de carácter
netamente murciano.
«Fue perfilándose bajo la protección de
Don Juan Manuel un grupo dirigente con carácter exclusivista
que acabó con aquella sociedad abierta y desestructurada que
se había constituido al calor de los repartimientos del
siglo XIII». |
Miguel Rodríguez Llopis
"Historia de la Región de Murcia" |
Como indica Rodríguez Llopis, en aquellos
momentos, el adelantado Juan Manuel mantuvo entre sus numerosas
funciones el nombramiento de los alcaldes y regidores de todo el
reino, así como la presidencia de los concejos, lo que le convertía
en verdadero árbitro de la política local, muy a pesar de los
grandes ayuntamientos, que -paradójicamente- habían alcanzado gran
poder ante el fracaso vivido en las repoblaciones, ya que numerosas
villas quedaron abandonadas y sus términos municipales pasaron a
formar parte de los concejos principales (sobre todo, Murcia y
Lorca).
Cuando en 1312 Don Juan Manuel pactó con Don Pedro la regencia de
Castilla, obtuvo atribuciones totales de gobierno sobre el reino
murciano, lo que llevó a las viejas familias dirigentes de la
ciudad de Murcia a levantarse contra el Adelantado, llegando a
destruir el Alcázar Mayor, en el que se encontraba Sancho Manuel,
hermano del anterior. Su enfrentamiento con el concejo de Murcia se
prolongó durante ocho largos años.
También fueron numerosos sus roces con Alfonso XI de Castilla
después de que alcanzara la mayoría de edad en 1325, sobre todo, por
la política centralizadora que el monarca desplegó durante su
reinado. De hecho, Don Juan Manuel promovió una revuelta contra
Alfonso en 1332, aliándose con Alfonso VI de Portugal.
Ante la crisis económica y social que particularmente vivió
el reino de Murcia en el siglo XIV (pues pasó, en pocas décadas, de
ser un territorio bien poblado y con una estructura agrícola
importante, a un área de frontera casi despoblada y con una
agricultura en franco retroceso), Don Juan Manuel llevó a cabo una de
las iniciativas más celebradas de su mandato para contrarrestar los
efectos de la crisis, como fueron los intentos de repoblación de
aldeas y villas de su Señorío (como Villena, Yecla, Almansa o
Hellín) y el desarrollo de regadíos con la construcción de
infraestructuras hidráulicas. Este ejemplo fue seguido por muchos de
los linajes afines a los Manuel, como Alfonso Pérez en
Librilla. Al mismo tiempo, Don Juan Manuel promovió en la zona sur
del reino el llamado cuarto repartimiento de Lorca.
Todas ellas fueron, en opinión de Rodríguez Llopis, iniciativas con
muy desigual fortuna. El contexto era tan desfavorable para
desarrollar cualquier proyecto, que, de hecho, sólo diez años después
de Torrellas (en 1314), los musulmanes granadinos conquistaron las
villas murcianas de Huéscar, Orce y Galera, desplazando la peligrosa
frontera con el Islam hasta los términos de Taibilla (Nerpio),
Caravaca y Moratalla. Éste es un buen ejemplo de la continua presión
político-militar que vivió el territorio murciano en aquellos
difíciles años.
«El peligro bélico se hizo omnipresente
y marcó el quehacer cotidiano de todos los murcianos; en la
periferia de Castilla y rodeados de enemigos, el reino y sus
gentes comenzaron a moldearse con unas peculiaridades
propias que marcaron su futuro durante siglos». |
Miguel Rodríguez Llopis
"Historia de la Región de Murcia" |
En esta época, además, desaparecieron los pocos núcleos rurales
que quedaban, con la extinción de las villas de Calasparra, Ascoy y Archena,
en el valle del Segura; la desaparición de casi todos los asentamientos en el valle del Guadalentín
(a excepción de Lorca); el abandono de Bullas, Benízar, Priego y Celda,
en el Noroeste; e incluso en la zona del señorío de Villena, más resguardada de la
frontera, la despoblación de Ontur, Albatana y Montealegre, además de
que supuso el fracaso de las pueblas manuelinas.
Esta dinámica será de vital importancia para el territorio murciano,
pues tendrán que pasar varios siglos para que resurjan muchos de
estos núcleos abandonados. Otros, sin embargo, no se llegarán a
recuperar nunca, como Ascoy, Priego o Celda.
En 1348 moría Don Juan Manuel, y el señorío de Villena y el
adelantamiento murciano fueron heredados por su hijo, Fernando Manuel. Sin embargo,
este fallecimiento
supuso el comienzo de una etapa de enfrentamientos en el seno de la
clase política regional por el control del reino.
A Fernando Manuel pronto se le opusieron las familias Calvillo y
Ayala en las zonas de realengo; situación que empeoraría para la
dinastía “adelantada” años más tarde, al fallecer Fernando en 1351,
quedando su pequeña hija Blanca Manuel como heredera de las
dignidades de la familia.
Los reyes de Castilla aprovecharon esta coyuntura para recuperar el
control sobre el reino de Murcia. Alfonso XI se valió de una reforma institucional en los concejos
para crear un núcleo duro oligárquico de varios linajes afines que
ejercieran un férreo control sobre la ciudad y el reino. Pedro I
llegó más lejos, al reducir al concejo murciano a sólo trece
regidores vitalicios, además de ordenar el secuestro de Blanca
Manuel, recluyéndola en el interior de Castilla e imponiendo a sus
partidarios tanto en el señorío de Villena como en el
Adelantamiento.
El final de la hegemonía de los Manuel se acercaba y, con ella, la autonomía
del reino de Murcia se reducía de esta forma considerable, lo que
tendrá consecuencias negativas para nuestro territorio:
«La concepción unitaria que Don Juan
Manuel tuvo del reino de Murcia, como territorio sobre el
que se extendía su autoridad, se perdió cuando ambos títulos
(marqués de Villena y Adelantado) recayeron en personas
distintas». |
Miguel Rodríguez Llopis
"Historia de la Región de Murcia" |
A mediados del siglo XIV subió al trono castellano el ya mencionado
Pedro I de Castilla, quien protagonizó un enfrentamiento por el
trono con su hermanastro Don Enrique. Este vital enfrentamiento
obligó a la nobleza murciana a tomar partido por uno o por otro
bando, en el contexto de debilidad por parte de los Manuel ya
mencionado.
Al calor de esta debilidad apareció en el panorama político murciano
la conocida familia de los Fajardo, liderada por Alfonso Yáñez
Fajardo, que acabó por apoyar, junto a los Pérez Calvillo, las
opciones bélicas de Pedro I.
Durante la década de 1360 fueron los “pedristas” los
que controlaron el reino murciano; tanto es así que los Ayala, los Rocafull y el obispo de Cartagena, partidarios de Don Enrique,
tuvieron que exiliarse a Aragón.
Nada hacía presagiarlo, pero la causa de Don Pedro sufrió en
el interior castellano un serio revés, al recibir Don Enrique el
apoyo internacional necesario para proclamarse rey en Burgos en
1365.
Nuevamente el reino murciano marchaba al revés de los
acontecimientos de Castilla. El vuelco en la balanza de fuerzas fue
considerable en nuestro territorio, ya que los linajes que apoyaron
en un principio al rebelde Enrique II y que perdieron, ahora serían
recompensados. A este aspecto hay que sumar que el propio Enrique
estaba casado con Juana Manuel, hija de Don Juan Manuel y hermana de
Fernando Manuel, por lo que el regreso de este linaje a la primera
línea política del reino murciano no se hizo esperar, vengando la
afrenta vivida años atrás por la tristemente recordada Blanca
Manuel.
Enrique II no tardó en nombrar Adelantado Mayor del reino de Murcia
a Juan Sánchez Manuel (primo de Juana Manuel). Sin embargo, se
opondrían a este nombramiento
Alfonso Yáñez Fajardo y los viejos linajes
murcianos, contraviniendo de esta manera la política del monarca. De
hecho, Juan Sánchez Manuel no pudo entrar ni siquiera en la ciudad
de Murcia.
Ante semejante oposición, el nuevo rey Juan I convino en nombrar a
Yáñez Fajardo “lugarteniente” del Adelantado, lo que condujo a una situación surrealista ante la
enemistad entre ambos personajes.
«De este modo, mientras Juan Sánchez
Manuel conservaba el Adelantamiento, aunque alejado de
Murcia, el poder efectivo quedó en manos de sus oponentes,
ante la incapacidad del monarca para reconducir la situación
por otros derroteros». |
Miguel Rodríguez Llopis
"Historia de la Región de Murcia" |
Sin embargo, a pesar del conflictivo ambiente político que se
respiraba en el reino de Murcia, durante aquellos años se formalizó
un tratado que vendría a recuperar una parte de lo perdido en la
Sentencia de Torrellas. Son los conocidos Acuerdos de Almazán
(1375), en los que se plasmó un importante reajuste en las fronteras
con el reino de Valencia, pues volvieron a jurisdicción murciana:
- Abanilla, que siempre estuvo en disputa tras la
sentencia de Torrellas, al encontrarse justo en medio de la
línea trazada por ella.
En 1348, el adelantado Fernando Manuel la conquistó y reincorporó al
reino murciano. Durante la Guerra de los dos Pedros retornó a
Valencia, para ser definitivamente murciana tras Almazán (1375).
- Jumilla, recuperada ya para el reino murciano en 1358 gracias
a las campañas del maestre de la orden de Santiago, Don Fadrique, y
cuya situación se reconocía oficialmente en 1375.
- Villena y Sax, ocupadas por Pedro I de Castilla durante el
conflicto bélico, y que volvieron al reino de Murcia definitivamente tras
el tratado.
El enfrentamiento político por el adelantamiento murciano llegó a su
punto álgido en 1382, cuando Juan Sánchez Manuel tramó el asesinato
de Yáñez Fajardo.
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