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En un principio, la influencia musulmana sobre la
estructuración del territorio murciano se vio matizada por el
mantenimiento de la
cora de Tudmir, provincia autónoma dentro del conjunto de
tierras andalusíes.
La primera gran reforma vino de la mano de Abderramán II, que
trasladó la capitalidad del país desde Aurariola (Orihuela) a la
recién fundada ciudad de Mursiyya (Murcia), e incorporó parte de
las tierras de la cora de Tudmir a la de
Valencia.
Durante el Califato, aumentó la centralización desde Córdoba,
pero no hubo cambios relevantes en materia territorial.
Con la caída del Califato, Al Ándalus quedó desintegrada en
diversos reinos de taifas, cuya extensión variaba en función del
curso y resultado de las continuas guerras que se producían. Así,
Murcia constituyó un reino taifa, algunos periodos independiente,
otros vinculado a otros reinos, como los de Denia, Almería, Sevilla
o Valencia.
A partir del siglo XII, con los almorávides, y hasta la
conquista definitiva por los monarcas cristianos, Murcia conoció una
etapa de gran esplendor, por cuanto en estos años hay que situar la
mayor expansión territorial del reino de Murcia (el Levante y
Sureste peninsular y gran parte de la submeseta sur), sobre todo,
con los reyes Ibn Mardenix (el Rey Lobo) e Ibn Hud.
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