La actual provincia de Albacete nació, como todas las demás, mediante
Decreto en
1833, aunque contaba con un antecedente directo en la
provincia de Chinchilla diseñada en la división provincial de
1822.
No obstante, la circunscripción albaceteña que perfiló Javier de Burgos no
coincide con la actual, ya que unos años después de su creación se
escindió de la misma el municipio de Villena (que pasó a Alicante) y, a
cambio, se agregó el de Villarrobledo (que hasta entonces había
formado parte de Ciudad Real).
La capital de la provincia se estableció definitivamente en la
ciudad de Albacete, tras haber
sido descartada la opción de Chinchilla, población muy principal del
Reino de Murcia y bastión norte del mismo, que había ostentado la
capitalidad en ocasiones anteriores.
La nueva provincia se configuró en su mayor parte con las tierras
del norte del
Reino de Murcia: los partidos de Albacete y
Chinchilla, y parte de los de Hellín, Villena, Cieza y Segura de la
Sierra.
Mª José Vilar García, en su tesis “El nacimiento de la actual
Región de Murcia”, afirma: «Tomando como referencia un
criterio propiamente histórico, la asignación, en 1833, de estos
territorios a la nueva provincia de Albacete sólo es comprensible y
justificable si se entiende como desdoblamiento de una provincia
histórica en dos administrativas, que no como segregación de
Albacete respecto a Murcia, y que, de hecho, así fue entendido por
los contemporáneos, por cuanto ambas provincias quedaron dentro de
una misma región».
Para conseguir que las nuevas provincias fueran homogéneas en su dimensión,
y sin respetar las identidades de cada territorio, a dichas tierras del
norte del Reino de Murcia se incorporaron otras que hasta entonces
habían pertenecido a las vecinas provincias de Cuenca (La
Roda y La Manchuela) y La Mancha (Sierra de Alcaraz y Campo de Montiel).
De esta manera, en la provincia de Albacete se produjo un fenómeno
insólito en la configuración del mapa provincial español: se
unieron en una misma provincia pueblos murcianos y castellanos, con gentes de distintos
reinos, tradiciones históricas dispares, diferente personalidad
regional, y cultura y
derecho diversos.
Aún son muchas las diferencias que se pueden apreciar entre los
municipios del norte de la provincia (de origen manchego) y los del
sur (de origen murciano): dimensión y estructura de los términos
municipales, número de habitantes de sus poblaciones, formaciones de música
tradicional, habla, etc.
Anselmo Carretero, en su libro “Las nacionalidades españolas”,
analizando el caso de Valencia, afirma: «No satisfecho con
dividir el antiguo reino en tres provincias, el autoritarismo
centralista incrustó después en la de Valencia la comarca de Requena,
inequívocamente castellana, sin que en tan arbitrario troceo
intervinieran los valencianos, los conquenses ni la población
directamente afectada. Poco antes, y de igual caprichosa manera, el
territorio del antiguo marquesado de Villena, tradicionalmente
murciano, había sido incluido en la provincia de Alicante».
Criterio perfectamente extensible a lo sucedido en la estructuración
biprovincial del Reino de Murcia, con la inclusión de estas comarcas
manchegas.
Debido a estas incorporaciones territoriales, la provincia de
Albacete quedaba condicionada por un importante componente
castellano: dos tercios de sus municipios se encuadraban en el
ámbito geográfico, social, económico, lingüístico y cultural de La
Mancha. No es de extrañar, por tanto, que durante la Transición,
cuando esta provincia se plantea su identidad, triunfara la opción
mancheguista: el número de municipios castellanos (59) doblaba a los
pertenecientes al Reino de Murcia (28).
Así se desprende de
un reportaje, publicado en el diario “La Verdad” de 3 de enero de
1979 y firmado por Sánchez de la Rosa, en el que se plantea “¿Realmente
Albacete pertenece al reino de Murcia?”. El autor entiende que «Enclavar la provincia de
Albacete en el reino de Murcia sería artificial» y afirma: «La
separación de los territorios de las provincias de Murcia y Albacete
no es tan artificial como se ha pretendido. Razones geográficas,
económicas, etnográficas, lingüísticas y hasta eclesiásticas e
históricas, separan y han separado a través de los tiempos a ambas
provincias». Dice que «No toda la provincia de Albacete ha
pertenecido como al parecer se pretende, al reino de Murcia, pues
escapan totalmente del mismo extensos territorios que siempre han
sido castellanos y hasta una pequeña porción correspondiente a los
dominios de la corona de Aragón».
Del texto anterior se deduce claramente la opinión que seguimos,
pues, en sentido inverso, se reconoce la murcianía de unos
territorios que muy difícilmente volverán a serlo.
Sánchez de la Rosa, como fundamento de su apología, recogía argumentos de
Francisco Fuster, director en aquellos años de la revista Al-Basit,
para quien: «El territorio más extenso que siempre ha sido
castellano es el que antiguamente formaba parte del inmenso alfoz
de Alcaraz, reconquistado a partir de 1213 mucho antes que el
reino de Murcia». «Al principio, toda la parte albaceteña del
alfoz de Alcaraz pasó a formar parte de la Diócesis de Toledo en lo
eclesiástico, pero después de la reconquista del reino de Murcia se
le segregó una pequeña porción (la de Peñas de San Pedro y los
actuales municipios que formaban sus aldeas: Alcadozo, Pozo Hondo,
Pozuelo y San Pedro) que fueron segregados a la de Cartagena,
manteniéndose esta delimitación eclesiástica hasta fecha muy
reciente, después de la creación de la Diócesis de Albacete. En lo
civil, el grueso del territorio, primero de la provincia de Toledo
pasaría más tarde a formar parte de la antigua provincia de La
Mancha, excepto Balazote, Barrax, La Herrera y Munuera que lo fueron
de Cuenca, y por lo tanto también de Castilla».
Fuster afirma que otro territorio que siempre ha sido castellano es
el que pertenecía a la provincia de Cuenca, formado por los
cuatro municipios ya citados y por otros veintiséis más: Abengibre,
Alatoz, Alborea, Alcalá del Júcar, Casas de Juan Núñez, Casas
Ibáñez, Cenizate, Fuensanta, Fuentealbilla, Golosalvo, Jorquera,
Madrigueras, Mahora, Minaya, Montalvos, Motilleja, Navas de Jorquera,
Pozo Lorente, La Recueja, La Roda, Tarazona de la Mancha, Valdeganga,
Villalgordo del Júcar, Villamalea, Villatoya y Villaverde. «Todos
estos términos municipales, con Albacete, y su entonces aldea La
Gineta fueron reconquistados entre 1211 y 1242, mucho antes que el
reino de Murcia, por las milicias concejiles de distintos pueblos
castellanos, principalmente entre Cuenca y Alarcón. En lo
eclesiástico se incorporaron inmediatamente al obispado de Cuenca
aunque después, muchos de ellos (los que componían el antiguo estado
de Jorquera) fueron cedidos a la diócesis de Cartagena, sin que esto
influyera en su trayectoria histórico-civil, que fue claramente
castellana, ya formando parte del marquesado de Villena o de la
provincia de realengo que después seguiría ostentando esta
denominación, o posteriormente la de Cuenca».
Por todo esto, Francisco Fuster concluye que «de los 86
municipios que existen en la provincia de Albacete (el doble que en
la de Murcia), 59 han sido siempre históricamente castellanos, uno
aragonés y tan sólo veintiséis pertenecientes al reino de Murcia.
En cuanto al territorio, 8.811 kilómetros cuadrados pueden ser
considerados históricamente castellanos; 143, valencianos, y 5.903,
murcianos».
Incluso, Fuster afirma que se consideran hoy como castellanos por
estar dentro del área manchega, que no tiene nada que ver con
Murcia, las poblaciones de Alpera, Albacete, Balsa de Ves, Bonete,
Carcelén, Casas de Ves, Corral Rubio, Chinchilla, La Gineta,
Higueruela, Hoya Gonzalo, Pétrola y Villa de Ves.
«Por ello, sólo aparecerían como auténticamente murcianas, por
razones históricas y de toda índole las siguientes poblaciones:
Albatana, Almansa, Elche de la Sierra, Férez, Fuente Álamo, Hellín,
Letur, Liétor, Montealegre del Castillo, Nerpio, Ontur, Socovos,
Tobarra y Yeste». Un territorio equivalente, por tanto, al
actual partido judicial de Hellín y parte del de Almansa.
«Las cifras totales podrían quedar así: 70 municipios
castellanos; 1 valenciano y 14 murcianos. En cuanto al territorio,
unos 10.673 kilómetros cuadrados, castellanos; 143 valencianos y
4.401 murcianos. Y por lo que respecta a la población con arreglo a
los datos de 1975, 242.934 habitantes castellanos, 7.170 valencianos
y 81.224 murcianos».
Fuster se pregunta «¿No es, por tanto, una inconsecuencia
manifiesta querer enclavar artificialmente a la provincia de
Albacete en el reino de Murcia, cuando lo que le pertenece por su
historia, por su geografía, por sus costumbres populares y por su
deseo es que la consideren manchega y por lo tanto auténticamente
castellana?».
Toda esta tesis, que tiene como objetivo afirmar la heterogeneidad
de la provincia de Albacete, con el fin de demostrar que no es
murciana en su totalidad (como administrativamente lo había venido
siendo los dos últimos siglos), deja patente la amputación
nacional que se produjo en la
Transición, al dividir -una vez más- a una tierra y unas gentes con
cultura, historia y personalidad definida y común.
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