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> La
desnaturalización del término "cantonal" |
Partido "Cantonal", una denominación
espuria |
Resulta llamativo que el partido político fundado en Cartagena
durante la Transición con la única finalidad de obstaculizar el
proceso autonómico de la Región de Murcia se calificara a sí mismo
como “Cantonal”, cuando este adjetivo tiene otras
connotaciones de reivindicación histórica y política bien
diferentes.
Este sector socio-político bien definido de la ciudad de Cartagena,
constituido como Partido Cantonal, se adueñó del nombre de una
corriente política frontalmente opuesta a sus postulados
fundacionales. Esta veleidosa apropiación induce a confusiones en
relación con la auténtica esencia de nuestro cantonalismo, nacido en
el siglo XIX en torno a la figura de Antonete Gálvez y el Cantón
Murciano, del cual Cartagena fue máximo exponente. Denominar a aquel
nuevo partido como “Cantonal” resulta un acto de confusionismo y
travestismo que, en ese momento, tiene como único objetivo ocultar su
verdadero rostro a favor del Estado centralista heredado del
franquismo. Antimurcianismo, España-una-grande-libre y el torpedeo
del proceso autonómico iniciado con la transición democrática serán
los elementos que conformen el verdadero leit motiv de la formación
de este partido, como ahora veremos.
El abismo que separa ambos “cantonalismos” refleja a la perfección
la curiosa visión de la que solían hacer gala los autoproclamados
“cantonales”. Lo “cantonal” no es sinónimo de “antimurciano”, sino
al contrario: el auténtico cantonalismo ha sido el movimiento
político más murcianista que ha conocido nuestra historia. Ambos
“cantonalismos” se encuentran separados por diferencias
irreconciliables: federalismo de los verdaderos cantonalistas
frente a la defensa del estado unitario que está en la esencia del
“Partido Cantonal”, unidad del territorio del antiguo Reino de
Murcia frente al provincialismo acorde a un Estado centralista,
republicanismo frente a un antirrepublicanismo intestino, etc.
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Origen y contexto histórico |
El cantonalismo es un movimiento político de corte
republicano y federalista, que aspira a dividir el Estado en
“cantones”, en una formulación teórico-política similar al modelo
suizo de democracia directa, que es intrínsecamente opuesto a las
fórmulas centralistas de tipo francés o al Estado monárquico y
centralista español.
El movimiento cantonalista en nuestra tierra nació en la segunda
mitad del siglo XIX de la mano del Partido Federalista Murciano y
con Antonete Gálvez como máxima figura.
El siglo XIX español fue un periodo de fuertes convulsiones
políticas nacidas de la falta de una auténtica revolución burguesa
en la península, en el que se produjeron numerosos “choques de
trenes” entre las concepciones más reaccionarias del absolutismo
monárquico y los postulados de quienes pretendían la modernización
de unas estructuras económicas y sociales completamente
contrapuestas a las concepciones de la Europa de la Reforma y la
Ilustración.
Los cantonalistas murcianos lucharon por la reforma de estas
estructuras, que sometían a los trabajadores de la tierra a
condiciones de expolio completamente feudalizantes (cobro de
“rentos”, exacciones fiscales, reclutamientos militares forzosos,
etc.)
Por el contrario, el “neocantonalismo” representado por el
Partido Cantonal nació en 1977 en el seno de la Real
Sociedad Económica de Amigos del País de Cartagena. Se trataba de un
partido promovido por los sectores más reaccionarios y claramente
alineados con la extrema derecha de una ciudad condicionada por la
presencia durante décadas de un estamento militar que representaba
claramente a la facción vencedora de la guerra civil.
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Federalismo vs Centralismo |
El cantonalismo federalista y republicano del siglo XIX
aspiraba a la constitución una federación de cantones autónomos que
se integraran en el seno de la República Española. Entre todos
ellos, destacó el Cantón Murciano por su importancia y por ser el
último en sucumbir ante la embestida de los ejércitos centralistas,
gracias a las excepcionales condiciones de defensa de la ciudad de
Cartagena.
Lejos de esto, el Partido Cantonal nacido en la Transición
se mostró contrario a cualquier aspiración regionalista o posible
descentralización que supusiese el reconocimiento de la
plurinacionalidad del Estado.
La defensa del modelo franquista de Estado centralizado fue uno de
los puntos básicos en la ideología del PCAN desde sus orígenes, e
incluso antes. Como prueba de esto, se puede aportar el texto del
telegrama que Julio Frigard envió a la Diputación Provincial de
Murcia, declinando la invitación de ésta para participar en la
"Comisión para el estudio de la problemática de la región de
Murcia". En dicho telegrama, manifiesta expresamente el «deseo de no
participar Cartagena en regionalismo alguno», por ser «más
conforme a nuestros intereses de depender directamente de la
Administración central indivisible». En otro lugar, también
podemos leer que una de las bases del Partido Cantonal era la
defensa de la «unidad total de los españoles».
El Partido paradójicamente denominado Cantonal, con vocación de
actuación en todo el Estado español, basaba su discurso en su
oposición al naciente Estado autonómico. Y así, durante la
Transición, su principal objetivo fue entorpecer el proceso
autonómico, y en concreto, el que tenía más a mano, el murciano, al
que Frigard definió como «absurdo proyecto de preautonomía
regional que nos entrega indefensos a un absorcionismo provinciano
que virilmente rechazamos, repudiando convertirnos en un pueblo de
pesca de un reino de taifas»; lenguaje iluminista éste, que
creará verdadero manual de estilo.
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El cantonalismo de 1873 defendió los ideales de tierra,
patria y libertad, y luchó por una República Federal en una época en
que España se debatía entre república y monarquía. Pertenecía a la
corriente más modernizadora en contra de las viejas concepciones
absolutistas y monárquicas que, hasta el momento y aún muchos años
después, serán generadoras de subdesarrollo, pobreza, depuraciones
políticas y exilios.
Frente a esta ideología, el Partido Cantonal recogía en sus
bases, entre otras, la defensa de «las Fuerzas Armadas, garantía
de la independencia del pueblo español» y «la unidad total de
los españoles». Ejército y centralismo. Con tal visión, no es de
extrañar que pronto encontrara como aliados en su particular cruzada
antirregionalista a partidos como Fuerza Nueva, Falange Española,
Alianza Popular y el Partido Carlista, a los que Frigard agradeció
que no hubieran tenido «participación directa en el proceso
preautonómico».
Con tales compañeros de viaje, tampoco sorprende que el PTE afirmara
que «el Partido Cantonal asume la conciencia más claramente
fascista de Cartagena» o que el político de UCD, Martínez-Pujalte,
advirtiera que el PCAN aglutinaba a «lo más reaccionario de la
derecha».
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Bases sociales de distinta
procedencia |
El movimiento cantonal de 1873 representaba y defendía los
intereses de las clases sociales más desfavorecidas del Reino de
Murcia frente al ejercicio abyecto del poder político absolutista
que, en nuestra tierra, sometía a fórmulas tributarias y de
reclutamiento militar absolutamente feudalizantes.
La procedencia social de los integrantes del Partido Cantonal
era bien distinta. Como colectivo surgido en el seno de la Real
Sociedad Económica, sus militantes eran principalmente comerciantes
e ilustrados, que formaban parte de la gran burguesía cartagenera,
lejana a las aspiraciones populares.
Como testimonios, podemos citar opiniones de diferentes procedencias
del espectro político, como la del PTE, que destacó que el PCAN
había «agrupado en torno suyo a la pequeña burguesía urbana de
Cartagena que durante los últimos cuarenta años ha aceptado, sin
rechistar, las coordenadas políticas del franquismo que han ido
minimizando a Cartagena», y la del socialista Martínez Pardo,
que aseguró que el provincialismo del PCAN era «una tapadera que
encubre los esfuerzos de la alta burguesía cartagenera para evitarse
un posible gobierno socialista regional y que se trata de dar al
trabajador cartagenero el opio de la provincialidad con la que nada
va a salir ganando como clase social y que se está alimentando el
encono Cartagena-Murcia para distraer a la clase trabajadora de
otras reivindicaciones más importantes y perentorias». |
¿Cantón Murciano o Provincia de
Cartagena? |
Los cantonalistas del siglo XIX, y en concreto, los de la
Junta de Cartagena, tenían entre sus pretensiones la de hacer
coincidir los
límites
del Cantón Murciano con los de un territorio superior a la
provincia de Murcia, por entender que nuestro pueblo se extendía por
un país más amplio, que coincidía en sus coordenadas básicas con las
de la Cuenca del Segura.
Frente a esta postura de los cantonalistas cartageneros de 1873,
el Partido Cantonal no sólo no concebía una región murciana
territorialmente más extensa que la provincia de Murcia (llegando a calificar
los intentos de acercamiento como «problemas de anexión»),
sino que decidió, en nombre de toda la comarca, que «Cartagena
y su campo eran geografía físicamente ajena a dicha región» y
que el límite entre ambas se localizaba en la sierra de Carrascoy,
limitación que por su brevedad espacial demuestra el carácter
meramente localista de la concepción de Frigard, frente a la
concepción de "nación ibérica" de los cantonalistas de 1873. |
CONCLUSIÓN: Partido "Cantonal", una
denominación espuria |
En una charla-coloquio celebrada en la Casa de la Cultura de
Cartagena el 23 de mayo de 1978, el “cantonal” Bonnet llegó a
afirmar que el Partido Cantonal entroncaba directamente con los
cantonales de 1873 en lo que al sentimiento ciudadano se refiere.
Teniendo en cuenta que no compartía ni una sola de las ni las ideas
de republicanismo, federalismo y cantonalismo, que su concepción
sobre el pueblo murciano y sobre Cartagena y su campo eran
radicalmente distintas, y que las bases sociales que sustentaban su
movimiento no tenían nada que ver con las de 1873, no se
comprende muy bien dónde veía Bonnet dicho entronque.
Mientras que los cantonalistas de 1873 quisieron el autogobierno de
los murcianos y procuraron la dignificación de nuestras gentes y de
nuestra identidad, los cantonales de la Transición hicieron del
antimurcianismo su bandera, oponiéndose a cualquier iniciativa que
supusiera el fortalecimiento de nuestra conciencia comunitaria y
entorpeciendo continuamente nuestro proceso autonómico, con cierto
éxito.
Nos encontramos ante la
materialización, una vez más, de esa útil herramienta que suponen
los
localismos exacerbados, en este caso de la ciudad de Cartagena,
en contra de nuestro desarrollo como pueblo. El localismo es la
mejor palanca de que dispone la concepción centralista del Estado. Y
la desnaturalización de nuestras señas de identidad por parte de
quienes defienden este centralismo encuentran en este uso espurio
del término “cantonal” un resorte perfecto y bien lubricado en
contra del desarrollo de la voluntad de nuestro pueblo.
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