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> Tudmiria, un país por construir |
Tudmiria, un país por construir |
La Asociación Jarique, en su voluntad de contribuir al debate de la
construcción de un nuevo futuro para los habitantes del sureste de
la península Ibérica, desea plantear a este grupo humano que
comparte identidad, historia y cultura la necesidad de construir
un sistema político en el que las decisiones procedan de la
participación popular, superando el actual modelo de tintes
colonialistas que nos divide y nos hace víctimas de cuatro entidades
políticas y administrativas resultantes de una carambola postfeudal
y que en la situación actual se muestran inoperantes e incapaces de
dar respuesta a nuestros principales problemas.
El nuestro es un pueblo repartido entre cuatro autonomías
absolutamente opacas en sus procesos de toma de decisión, con cuatro
administraciones que postergan permanentemente las soluciones de
nuestros problemas. Así ocurre con Villena, Sax y la Vega Baja del
Segura, en la Comunidad Valenciana; el corredor de Almansa, los
Campos de Hellín y la Sierra del Segura, en Castilla-La Mancha; el
Alto Segura, el Altiplano de Huéscar, Los Vélez y el Valle del
Almanzora, en Andalucía; o la totalidad de la Región de Murcia. Ser
el final olvidado de Valencia, Castilla-La Mancha o Andalucía, o
constituir una Comunidad Autónoma por esencia antiautonomista no
puede servir en ningún caso para dar respuestas a los más de tres
millones de habitantes a los que están obligados a asistir.
Nos encontramos, pues, en un momento propicio para la reflexión,
donde los ciudadanos de esta tierra podríamos y deberíamos
plantearnos llevar a cabo una construcción política diferente,
que no soporte el peso de una historia que ha sido impuesta y de la
que en ningún caso hemos sido protagonistas sino meros extras.
Es el momento de reflexionar sobre cuál debe ser el papel de una
Administración pública y de si es o no el mercado el que va a dar
respuesta a las necesidades humanas.
Estamos en tiempos de absoluta revisión de las verdades absolutas
del siglo XX, y ello nos obliga a debatir y hacer el esfuerzo
intelectual necesario para recoger todas las opiniones que deben
sumarse de forma sinérgica para decidir un modelo que sirva a ésta y
a las siguientes generaciones.
Nada nos obliga a continuar arrastrando lastres nacidos en la mal
llamada “Reconquista”; sería un chiste de mal gusto ante los retos
que plantean los mercados globalizados. La obligatoriedad de la
lengua valenciana para acceder a la función pública en la Vega Baja,
la elección de un parlamento que pretende mermar las necesidades de
la agricultura de los Campos de Hellín, sufrir una política agrícola
diseñada para un latifundismo inexistente en el Valle del Almanzora
o una administración que se considera “No-Typical” son rémoras de
origen feudal que no responden a las necesidades reales y actuales
de nuestro pueblo.
Es preciso hacer una planificación intelectual integral para
dar respuesta a las necesidades de este grupo humano de más de tres
millones de personas. Nuestro pueblo no puede seguir siendo la cola
de ese rosario de administraciones que deciden las normas sobre las
que van a desarrollar su modo de vida y que lo hacen desde una forma
lejana, no transparente y expropiando la participación necesaria que
una democracia saludable precisa en este aspecto. Es preciso
construir instituciones que abran la puerta a la participación a los
problemas, a las necesidades, para que de una forma directa el
futuro lo construyan sus protagonistas y no los sátrapas de turno en
sus sistemas clientelistas habituales, generadores únicamente de
corrupción y ruina.
Nuestro pueblo debe plantearse sin complejos soltar este pesado y
oxidante lastre de la “Reconquista” y sopesar la posibilidad de
tener una voz única y en primera persona, que sea capaz de dar
respuesta a las crisis de los Estados y de los mercados que el siglo
XX nos ha dejado como herencia y problema de ineludible resolución.
La actual democracia turbia de partido único que controla de modo
unánime todos los procesos encontrará inevitablemente su final en la
respuesta popular, y será al margen y a pesar de sus medios de
comunicación y fuera de este sistema electoral en el que para nada
queda representada la realidad política y social de nuestro pueblo.
El cantonalismo y la democracia directa como
alternativa política goza de gran tradición en nuestra tierra, y esa
propuesta política alcanza en este momento (crisis) y en este país (Tudmiria)
profundas razones de ser y de existir. Se trata de la negociación
de un nuevo contrato social, que tiene que convertirse en la más
eficaz respuesta y el mayor paso que nuestro pueblo va a dar en toda
su historia.
«Así como los hombres no pueden crear
nuevas fuerzas, sino sólo unir y dirigir las existentes,
tampoco tienen otro medio de conservación sino el de
fomentar por agregación una suma de fuerzas que los coloque
en condiciones de resistir, que puedan moverse de acuerdo y
obrar concertadamente.
Esta suma de fuerzas no puede nacer sino del concurso de
muchos hombres, pero al ser la fuerza y la libertad los
primeros instrumentos de la conservación de cada hombre,
¿cómo podrá comprometerlos sin hacerse daño y sin descuidar
todo lo que se debe a sí mismo?
La mencionada dificultad puede enunciarse en los siguientes
términos: “encontrar una forma de asociación que defienda y
proteja, con todas las fuerzas comunes, a la persona y
bienes de cada asociado; en ella, la unión de cada uno con
el resto permite, no obstante, que cada uno no obedezca sino
a sí mismo y siga tan libre como antes”». |
Jean-Jacques Rousseau
“El contrato social” |
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