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> El simetrismo murcianista |
El simetrismo murcianista: objetivo y
razones para su valoración |
El escaso desarrollo teórico que hasta nuestros
días ha tenido el murcianismo político hace que muchas veces, en un
acto más voluntarista que riguroso, se dé entrada en él a posiciones
que traen un caramelo envenenado. Es lo que llamamos el
SIMETRISMO MURCIANISTA.
La delimitación de este concepto es de vital importancia, si tenemos
en cuenta que la práctica totalidad de intentos de agrupación, tanto
en lo político como en otros ámbitos del murcianismo, ha encontrado
en estos caballos de troya el mecanismo más eficaz y eficiente que
nadie hubiera podido imaginar a priori. Quienes más han hecho en
contra del murcianismo político o de la lengua murciana no han sido
sus evidentes enemigos, que estaban enfrente, sino los elementos
que, desde dentro, se han convertido en una emulsión vigorosa y muy
capaz para dar al traste con tales iniciativas. Han sido siempre
el enemigo en casa que el murcianismo político y lingüístico se
ha visto incapaz de ver y acotar.
A fin de ser capaces de neutralizar este obstáculo capital, es
imprescindible realizar una delimitación clara y estricta del
concepto de “simetrismo murcianista”. Para ello, haremos un breve
análisis histórico-político del origen y significado de estas
posiciones, que nos servirá para reconocer a estos elementos que,
una y otra vez, abocan al fracaso todos los proyectos que el
murcianismo ha conocido en su corta y accidentada historia. Debemos
ser rotundos y enérgicos a la hora de levantar el velo de estos
personajes, para que pueda ser observado por todos su verdadero
rostro tóxico de ponzoña.
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Origen del simetrismo murcianista |
EL HISPANISMO: CONTEXTO HISTÓRICO DE SU
GÉNESIS
La unión de las Coronas de los reinos ibéricos en una sola mano, por
encima de las instituciones clásicas del feudalismo, supuso la
creación de la primera fórmula estatal de Europa. La construcción de
estas nuevas instituciones estatales y del imaginario de lo español,
llevada a cabo por unas determinadas clases dirigentes, fue la
herramienta que condujo a una preponderancia económica y política
en el mundo occidental de todos conocida: el Imperio español.
Sin embargo, el hispanismo, por ser el primero de los imaginarios
nacionales creados, no pasó de ser una construcción extremadamente
rudimentaria, y pagó el precio de su inevitable inexperiencia,
haciendo cierres en falso de numerosos problemas, que aún hoy
conforman el catálogo de cuestiones no resueltas con que se
encuentra la afirmación de lo español. Este nacionalismo aprendiz no
gozó de la perfección con la que luego se construyeron los modernos
Estados nacionales, que sí gozaron de las aportaciones del
pensamiento ilustrado europeo. Este pensamiento permitió la
construcción de un Estado centralizado mucho más eficaz, a
diferencia del bisoño Estado español, nacido tras la unión de las
Coronas de Castilla y Aragón por el mero pacto de las clases
dirigentes de ambos reinos.
Con el declive de ese sistema político que fue dicho protoestado
español, posteriormente se optó por la mera imitación del modelo
centralizado francés, con los resultados que sabemos. La importación
incluso de los monarcas franceses tuvo un éxito bastante mediocre,
como demuestra el hecho de que, aún hoy, el famoso Decreto de Nueva
Planta de Felipe V siga estando en discusión en las Cortes Generales
o no se haya conseguido cerrar la cuestión de la unidad fiscal,
jurídico-privada o lingüística del Estado.
No obstante, y aunque podemos afirmar que la aportación del modelo del
Estado centralista fue una solución encomiable para conseguir la
separación de poderes, la consecución del Estado laico y la
participación social en la definición del futuro de los grupos
humanos así organizados frente al sistema feudal anterior, también
es cierto que, en la actualidad, este modelo centralista está
absolutamente superado, puesto que no responde a los retos
económicos y sociales de nuestros tiempos.
El reto del siglo XXI consiste en dar un paso más: romper con los
Estados centralizados y permitir que los grupos humanos participen
en todas las decisiones que comprometen su futuro; y para ello
tenemos que ir mucho más allá de la entrega de un cheque en blanco a
un dirigente cada cuatro años. Una alternativa clara a la superación
de estos retos está en la democracia directa, donde las decisiones
sean tomadas de abajo hacia arriba.
Las sociedades y los grupos humanos avanzan indefectiblemente en el
discurrir de la historia, por mucho que los pensamientos
reaccionarios pretendan ver en el anquilosamiento y conservación del
modelo anterior su ideal.
EL CATALANISMO POLÍTICO, SIGNO EVIDENTE DE LA INEFICACIA DEL
HISPANISMO
Los problemas que, como decimos, dejó sin resolver en su
construcción el imaginario hispanista hallan su manifestación más
inequívoca en la propia aparición del catalanismo político.
Esta posición contraria a las tesis del hispanismo encuentra su
origen en los Decretos de Nueva Planta, normativa
que, de manera veleidosa y arbitraria, y por mero deseo político, pretendió eliminar,
por decreto, toda la configuración de vida de un pueblo y de
un territorio, imponiendo una lengua, unas instituciones jurídicas
(herencia, matrimonio, compraventa,…) o un sistema fiscal diferentes
de los que les habían sido propios. La historia está plagada de
ejemplos que demuestran que este tipo de imposiciones están llamadas
al fracaso, por fuerte militarmente que sea quien trate de
implantarlas.
EL PENSAMIENTO REACCIONARIO ANTICATALANISTA
La aparición del catalanismo político supuso un auténtico seísmo
para los pilares del hispanismo político. La discusión de los
postulados de aquél inflamó a toda una suerte de defensores del
tradicionalismo a teorizar en su contra, como demuestran las
intervenciones parlamentarias de Ortega y Gasset. No entraremos en
más detalle, porque no es objeto de este artículo, pero sí diremos
que este problema ha llegado a generar intervenciones muy violentas
por parte de la reacción. Recordemos en este sentido las palabras
del general español José Millán-Astray: «¡Cataluña y el País
Vasco, el País Vasco y Cataluña son dos cánceres en el cuerpo de
nuestra nación! ¡El fascismo, que es el sanador de España, viene a
exterminarlos, cortando en la carne viva y sana como un frío
bisturí!».
Este problema, sin embargo, no es nada novedoso y ya ha sido bien
delimitado por algunos analistas, que sitúan de forma clara lo que
las posiciones anticatalanistas tienen en su sustrato:
«El anticatalanismo […] es la
única expresión ideológica efectivamente “de masas” del
españolismo, incapaz de movilizar a la práctica a nadie por
sus otras formulaciones (bandera roja y gualda, unidad, etc.»
«El enfrentamiento objetivo entre lo catalán y lo
“español” ha sido inevitable, puesto que lo “español” supone
en sí mismo la negación de lo catalán».
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Javier Pulido, escritor andaluz |
Además, no debemos olvidar que el hispanismo sólo
ha generado a los pueblos, con sus persecuciones de lo islámico y de
lo hebreo primero, y de lo catalán y lo vasco después, tres cosas:
genocidio, exilio y ruina.
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Desde los primeros intentos del murcianismo
político en el siglo XIX, se han sentando a la mesa con los
verdaderos murcianistas personajes recalcitrantes cuyo único
objetivo, consciente o no, ha sido la desmovilización del verdadero
espíritu murcianista. Sus posicionamientos, a veces sutiles, a
veces toscos, siempre han tenido como sustrato un hondo
anticatalanismo y antivasquismo, por lo que nos encontramos con una
posición netamente hispanista disfrazada de murcianismo. Estas
posiciones, además, se presentan, casi siempre, como un
murcianismo de cariz más o menos conservador en lo político y
banalizador en lo cultural, que se niega siempre a ir más allá
de las fronteras de los Juegos Florales en nuestra afirmación
identitaria.
Para la definición de los postulados defendidos por estos personajes
hemos escogido el término “SIMETRISMO” porque su discurso se ha
construido siempre enarbolando una bandera de murcianía que lo único
que pretende es ser contrapeso de las posiciones de los
nacionalismos periféricos. Es decir, su murcianismo nace como
reacción al catalanismo amenazador; un discurso que se cristaliza en «Si
tú dices que eres catalán, yo digo que soy murciano», tratando
de ese modo de disgregar el antagonismo entre lo catalán y lo
español hacia una contradicción puramente particularista. Es la
misma estrategia clásica de la reacción ligada a los localismos
exarcebados en que se ha apoyado el caciquismo postfeudal español
como herramienta de control social y político (también a nivel
interno del País Murciano asistimos a estrategias de afirmación
localista que siguen este esquema de forma totalmente clara).
El juego simetrista clásico del caciquismo localista consiste en
pretender hacer simétricas entidades que tienen una diferente unidad
de medida. Si, tal y como hemos visto, a la tesis del hispanismo
le surge la antítesis del catalanismo por los errores del primero,
lo que tratan de hacer los simetristas es romper esa dialéctica
haciéndola descender un escalón al terreno de lo meramente
localista.
De esta manera, los simetristas ven en la afirmación murcianista
una forma sibilina de hacer españolismo y anticatalanismo menos
arriesgada que la de un hispanismo abierto; en esto, el simetrismo
murcianista actúa de forma similar al blaverismo valenciano.
Pero no debemos olvidar que estos elementos
nunca han sido verdaderos murcianistas, sino españolistas
travestidos, y como tales, su labor dentro de las filas del
murcianismo ha sido extraordinariamente eficaz, pues ha llevado al
fracaso todos y cada uno de los intentos de conformación del
murcianismo político y lingüístico.
Por tanto, se hace preciso no caer en el error clásico del
murcianismo de dejar la puerta abierta a estos simetristas,
defensores del hispanismo más rancio. La experiencia nos demuestra
que se convertirán en un lastre disgregador que, en todas las
ocasiones anteriores, ha resultado insuperable.
¿Murcianista anticatalanista? Esta conjunción resulta imposible,
porque el murcianismo político es esencialmente confederalista, y el
anticatalanismo esencial al hispanismo.
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