Sucede habitualmente que cualquiera que se acerca al conocimiento de
nuestra historia lo hace con el prejuicio erróneo de la inexistencia
de precedentes de afirmación colectiva o nacional, por ser quizás
mucho más vistoso en nuestra historia reciente la existencia de “tantas
Murcias como campanarios”. Sin embargo, contamos con precedentes
de actuaciones de verdadero sentimiento nacional que, no por
desconocidas, dejan de tener un grandioso peso específico en nuestra
historia institucional.
Así encontramos multitud de convenios relativos a actuaciones
conjuntas entre varios “campanarios”, como los realizados entre
Murcia y Cartagena o Lorca y Chinchilla. Se trata de acuerdos
efectuados entre poblaciones de nuestra tierra que se buscan
mutuamente con el fin de dar respuesta a necesidades derivadas de
una problemática común, lo que nos da prueba de un sustrato común
reconocido por estos mismos actores.
De igual manera podemos mencionar las hermandades, entre las
que destacaba la Hermandad General del Marquesado de Villena, que
unió en 1386 a todas las villas de este territorio y se amplió el
año siguiente a los pueblos del Adelantamiento.
Pero, de entre todas las instituciones de estas características que
existieron en nuestro país, la que tiene mayor importancia son las
Juntas de la Tierra, por tratarse de la institución que
recogía la voluntad colectiva de nuestro pueblo. Es tal la
importancia de este precedente que la Asamblea Regional de Murcia
debería haber adoptado su nombre.
Las Juntas de la Tierra, verdaderas Cortes de nuestro país,
hunden sus raíces en el siglo XIII en el Marquesado de Villena,
donde fueron reunidas por los Manuel con el fin de dar respuesta a
las situaciones difíciles que se planteaban a las villas de nuestra
tierra frente al poder real y al poder feudal. Se trataba de un
vínculo muy sólido para la representación de grupos sociales al
margen de este poder real y feudal, que mantuvo su vigencia incluso
después de la desaparición en escena de los Manuel, que vieron en
ella una emulación de las Cortes castellanas en su voluntad de
creación de un reino independiente, de cuya Corona querían ser
primeros protagonistas.
Con las correspondientes salvedades, por encontrarnos dentro de un
sistema feudal, podemos afirmar que las Juntas de la Tierra suponen
la institucionalización de la voluntad de un gran número de grupos
sociales de nuestro país para hacer frente al sometimiento y a las
situaciones difíciles creadas por el poder feudal y real castellano.
Por ello, no es de extrañar que estas Juntas encontraran una
enérgica oposición en la Corona castellana, que veía en ellas la
concretización de un sentimiento nacionalista que ponía en riesgo su
preeminencia.
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