En 2002 se produjo la desaparición definitiva del Banco de
Murcia, que fue sido absorbido por el de Valencia. Desapareció hasta
el nombre “de Murcia”. Con este hecho, termina todo un proceso que comenzó hace muchos años.
El origen y la historia de esta entidad es bastante significativo,
porque viene a explicar muchos porqués de nuestra situación actual.
El Banco de Murcia nació en Cieza, y fue apoyado por empresarios de
esa ciudad en tiempos de prosperidad de las actividades
empresariales, sobre todo de la industria del esparto. Este Banco se
denominó en un principio Banca Martínez Montiel; y en 1962 pasó a
llamarse Banco Murciano hasta 1972, en que tomó el nombre que lo vio
morir, de Banco de Murcia.
Este desaparecido banco supone el último resquicio de actividad
bancaria exclusivamente murciana, pues, aunque hubo después un
intento de crear un banco industrial murciano moderno, éste no llegó
a cuajar.
A finales de los años 60, en un momento en el que la industria
conservera tenía en Murcia nuevos empresarios a los que los negocios
les iban bastante bien, un grupo de ellos pensó que, aunando
esfuerzos, podrían conseguir la creación de un banco industrial
murciano. Se pusieron manos a la obra y reunieron el dinero necesario para
prestar un aval ante el Banco de España, para que les diera la ficha
bancaria. Pues bien, no fue posible. El Banco de España denegó
la formación del deseado banco de forma totalmente arbitraria, ya
que a "otras" burguesías industriales de otras partes del Estado sí
que se lo permitieron.
¿Y qué ha ocurrido veinte años después? Que la banca española, en un
retroceso en su política de riesgos, cogió a contrapié a toda la
industria conservera murciana, provocando su desaparición casi
completa.
La industria conservera murciana sufrió además la competencia
desleal de otras industrias, como las navarras, que cobraban las
subvenciones nada más que dos meses después de haberlas solicitado,
mientras que a Murcia llegaban dos años después. Y esto, en este
negocio y con unos tipos de interés para la financiación que debían
conseguir (por descuento comercial, por ejemplo) del 18% nominal,
que podía llegar a tipos TAE por encima del 30%. Comenzó lo que los
financieros llaman un “apalancamiento financiero negativo” para toda
la industria conservera murciana.
Por otro lado, es cierto que la mayor parte de todas estas
industrias murcianas no estaban muy bien dirigidas. Los directores
no eran profesionales (ejecutivos), sino que eran las segundas o
terceras generaciones después del creador de esa empresa,
acostumbrados a la buena vida y sin mucha formación en la dirección
empresarial. Además, estas empresas no estaban demasiado bien
encauzadas en la cuestión económica. Su “estructura financiera”
había sido siempre muy débil y estaban casi todas descapitalizadas.
Todo esto hacía que el final estuviera cantado. No había más que
esperar. Y el Gobierno murciano no hizo nada de nada.
De todas formas, es algo que esta tierra nuestra no debe jamás
perdonar a la banca española, porque en muchos casos fueron ellos
solos los que echaron el cierre a empresas que eran “blasones” de
nuestra industria. Muchas personas quedaron sin trabajo. Muchos
agricultores no vieron ni un céntimo por la mercancía que habían
vendido a las conserveras. Muchas empresas auxiliares tuvieron que
cerrar también. Y mientras tanto, la banca subastaba todo el
patrimonio que tenía en garantía de sus operaciones de crédito. Y se
subastaban instalaciones, casas, fincas… por cuatro duros. Si podían
recuperar cien millones, aunque para ello tuvieran que derribar una
finca o una empresa que valía diez veces más, lo hicieron. Y sirvió
para enriquecer a cuatro espabilados subasteros y otras mugres
mafiosas de fuera de nuestra tierra.
¿Por qué no se dio la ficha bancaria a los industriales murcianos en
el momento que tenían el dinero y quisieron constituir un banco
industrial murciano?
Es la pregunta del millón. Si las burguesías murcianas hubieran
estado organizadas políticamente hablando, otro gallo hubiera
cantado. Pero ocurre que la clase burguesa murciana, igual que
ocurre ahora mismo, siempre ha pensado que era mucho mejor ser lo
más complaciente posible con la clase política que mandara en
Madrid. Y así seguimos. No hemos aprendido nada. Y, por tanto, nos
puede volver a pasar lo mismo. Y nos pasará. |